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  • ¿Qué hacer en la Sierra de Aracena y Picos de Aroche?; Una sierra llena de historia

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    Durante muchos años, a la sierra onubense se le conoció como la Banda Gallega, puesto que tras la expulsión de los musulmanes, los pueblos de la zona fueron repoblados por gallegos y leoneses. Para evitar nuevas invasiones, el Rey Sancho IV ‘El Bravo’ ordenó la construcción de una serie de fortificaciones por determinadas localizaciones de la sierra. Pero mucho antes, civilizaciones como la romana o la musulmana habitaron estas tierras. El acontecer de estos hechos y las diferentes culturas que han habitado estas tierras han ido otorgando el carácter e idiosincrasia de estos pueblos. Precisamente, conocer los vestigios que quedan de estos capítulos históricos, así como otros elementos es el objetivo de la ruta que se propone a continuación.

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    Este itinerario se puede comenzar bien tomando como meta la N-433 o bien la N-435. Nosotros tomaremos la segunda, ya que es la vía que conecta la capital con la Sierra. La primera parada es Almonaster La Real. En s. IX la población estaba rodeada y protegida de una cerca murada, en cuyo interior se encontraba el conjunto de la mezquita, compuesto por una serie de edificios almohades. La mezquita de la localidad, la única rural de la provincia, aún se conserva y puede ser visitada. Esta localidad, junto a Zufre, es la que posee un marcado acento de tradiciones árabes, no obstante, se desarrollan diferentes actividades relacionadas con su pasado histórico, como es el caso de las Jornadas Islámicas. El municipio de Almonaster cuenta con 15 aldeas, todas conectadas a través de senderos y caminos que harán las delicias de los amantes del caminante o el Nordic Walking, deporte que se ha convertido en un fenómeno practicado por muchos visitantes de esta zona. Una de las tradiciones más arraigadas de este municipio son las cruces de mayo, en la que se da las circunstancia que en cada aldea se celebra la suya propia y que tuvo un carácter pagano en un principio en relación con la primavera y la naturaleza. No se puede abandonar la localidad sin probar las ensaladas de orégano y de los Llanos, la sopa de olores o el guiso del pobre. Como buena localidad serrana, los productos ibéricos no pueden faltar, y tampoco la setas, que abundan en la zona y gracias a la cual hay una rica tradición micológica. También son muy destacados los licores de elaboración propia y con tradición de siglos.

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    Abandonando Almonaster La Real y continuando por la N-435, dirección Jabugo, nos topamos con Cortegana, que cuenta con uno de los castillos más conocidos y mejor conservados de la comarca. En torno a esta edificación, cada agosto se desarrolla unas jornadas medievales que permiten realizar al visitante un viaje a la época. Esta fortaleza es visitable todo el año y contiene un museo arqueológico. Anexo al castillo, se encuentra, además, la ermita de Nuestra Señora de la Piedad, la primera parroquia de la localidad, de la época de las primeras colonizaciones en el s. XIII, tras la Reconquista.

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    Cortegana cuenta con dos pedanías, Valdelamusa y San Telmo, poblaciones mineras en las que las huellas industriales son visibles. Una buena oportunidad para el viajero de descubrir cómo se explotaban las minas onubenses, parte de las infraestructuras de las labores de extracción, decantación y deposición del mineral. Estas minas ya habían sido trabajadas en tiempos prehistóricos y especialmente en época romana. Pero en este municipio podemos observar como el corcho, la alfarería y la romanería forman parte de su atractivo y economía. Los amantes de la naturaleza pueden realizar una visita por los senderos de la localidad que conectan con las poblaciones y aldeas vecinas como Almonaster, Jabugo, Aroche o el Hurón.

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    Cortegana, al igual que otros pueblos, basa su gastronomía en tono a la tradición del cerdo y la matanza, de hecho, en su municipio se albergan secaderos y empresas cárnicas.

    A través de una carretera local, desde Cortegana se llega a Aroche, la próxima parada. Sin duda, una de las fortalezas más impresionantes. Su castillo es realmente almohade de finales del siglo XI, aunque pasaré a ser llamado de Sancho ‘El Bravo’. El castillo de Aroche, siguiendo el modelo de fortalezas islámicas de la provincia, atiende a un cuadribugium, cuya planta es rectangular, con diez torres. Al castillo le acompañaba una muralla, aunque tan sólo quedan algunas secciones.

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    La Turóbriga romana atesora un rico patrimonio arqueológico debido a las distintas civilizaciones que convivieron en esta zona. Parte de este rico patrimonio se puede observar en el museo arqueológico, que se ubica en el edificio de La Cilla, un antiguo Convento de la Orden de los Jerónimos. Fruto de la presencia se puede observar también la ermita de San Mamés, una de las denominadas ermitas de repoblación, construida a finales del siglo XI y que se asienta sobra la planta de un edificio anterior, la basílica romana de Turóbriga.

    Como singularidad, el municipio también cuenta con el Museo del Rosario, ubicado en el Convento de la Cilla. Guarda más de 2.000 piezas procedentes de todo el mundo, y de personajes tales como los Príncipes de Mónaco, la Madre Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, los Reyes de España, entre otros.

    Como es obvio, los productos del cerdo y el gurumelo forman parte esencial de la gastronomía de este municipio, pero otros platos como la sopa de peso (tradicional sopa que se hacía el día que se dedicaba a pesar los cerdos), las salchichas de aguardiente, el chorizo de arroz o el gazpacho de invierno destacan en su cocina.

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    Aunque no disponga de un castillo o fortaleza, se puede realizar una pequeña escapada hasta Rosal de la Frontera, municipio fronterizo con Portugal y que al igual que otras localidades serranas, tuvo su protagonismo durante la repoblación tras la Reconquista. Cuando el visitante comienza su andadura por este pueblo, lo primero que llama la atención es su arquitectura, ya que se trata de un trazado regular, propio de la época de la repoblación, en la que se puede apreciar grandes manzanas con casas en la que se adivina patios interiores en los que se asentaban huertos propios. Entre los monumentos más importantes a visitar se encuentra los restos de la antigua ermita de San Mamés, una edificación religiosa que se asentaba en el barranco del mismo nombre y que se remontaba a la época de la repoblación, cuyo titular, gozaba de gran devoción a ambos lados de la frontera. También son de especial interés la iglesia parroquial de San Isidro Labrador y la Casa de la Cultura, antigua cárcel donde permaneció detenido el poeta Miguel Hernández.

    Por su parte la gastronomía local bebe de los productos serranos como los derivados del cerco, las setas y la huerta, pero también cuenta con influencias del país vecino, así se explica el frecuente uso del bacalao en algunas de sus recetas más típicas. Entre lo más destacable, se puede degustar caldillo, las migas, la sopa de peso, el arroz de matanza, el guiso de revoltillos de chivo, los gazpachos de culantro, entre otros. 

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    Una vez que salimos del municipio debemos tomar ahora la N-433, rumbo a Sevilla, para visitar Aracena. Aquí podemos ver los restos del castillo y justo a su lado la iglesia prioral del mismo. Se da el hecho, que justo bajo estas construcciones se encuentra la Gruta de las Maravillas, uno de los monumentos megalíticos más importantes de España y símbolo de este municipio, a través de un kilómetro de caminos guiados podemos observar salas y estructuras que ha ido generando la naturaleza durante milenios. Pero ya que nos encontramos en Aracena, debemos visitar el Museo del Jamón, y es que este producto ha sido y es una de las principales bases de la economía de la comarca. Asimismo, el municipio alberga el Museo de Arte Contemporáneo al Aire Libre, que aglutina obras de diferentes autores por diferentes calles. Pero tampoco podemos dejar de visitar su centro urbano, edificios singulares e históricos se suceden entre iglesias y plazas, donde además podemos disfrutar una ruta del agua, un conjunto de fuentes y plazas con el líquido elemento como protagonista.

    Nuestra visita puede coincidir con algunas de las celebraciones que se realizan durante todo el año, pero se destaca por las distintas ferias dedicadas al cerdo, al queso o las micológicas y la Fiesta de los Rehiletes, que se celebra cada 7 de diciembre, los barrios se inundan de hogueras en las cuales los niños van quemando los rehiletes (hojas secas de los castaños en una fina vara de olivo).

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    Nuestro próximo destino es Cala, a la que llegaremos si continuamos por la N-433 y luego tomar la HU-3102. Aquí  la antigua fortificación y el mirador construido con posterioridad vigilan las montañas de la Sierra de Aracena. Como suele suceder, esta edificación se realizó sobre una fortaleza musulmana. Para acceder a ella hay que recorrer un camino que parte del Hostal La Muralla. Además, Cala ha sido un pueblo minero, así esta explotación se puede visitar, previa cita, Conserva parte del antiguo caserío y algunas bocas de mina. Y las Minas de Teuler, compartidas con Santa Olalla. El camino hacia esta, se inicia en la ermita de la Virgen de Cala.

    El visitante puede, además disfrutar de la gastronomía local, cocina a caballo entre la andaluza y la extremeña en la que predomina el gazpacho, el guarrito frito, el menudo, la caldereta de chivo y el picadillo de pestorejo son algunos de sus platos más típicos.

    112105786_834575023306390_1851154390466452893_n Vecino a Cala, nos encontramos con Santa Olalla del Cala. Su castillo se encuentra en lo alto de un cerro, cuya característica es que es una planta con 10 torres y con la presencia de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción construida a sus pies entre los siglos XIV y XVIII. Esta localidad es rica en patrimonio debido a que está muy ligada a la historia de la provincia, porque no sólo es conocida por la Banda Gallega, sino que la ruta de la plata pasa por ella, testigo de ello es un crucero, y jugó papel importante como defensa española durante la guerra de independencia. Por lo que en sus calles hay ciertos elementos que recuerdan a estos capítulos de la historia. También es recomendable visitar los distintos senderos que discurren por el municipio, como el el Camino a la Sierra del Viso y el Sendero de la Cuesta Blanca.

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    Continuando con la ruta, a unos 15 km en dirección sureste, nuestro próximo destino es Zufre, uno de los municipios serranos, junto a Almonaster la Real en la que la huella musulmana está más presente. En sus calles se encuentran huellas de esta cultura. De hecho, en el castillo conserva restos de una antigua fortaleza almohade, más concretamente la torre de la harina. Pero, además, entre sus calles se puede encontrar numerosas fuentes y edificaciones relacionada con los recursos hídricos, aunque lo más destacado es el casco histórcios, declarado Bien de Interés Cultural, entre lo que destaca el Paseo de los Alcaldes, mirador y espacio de sociabilidad del pueblo, y sobre todo la Plaza de la Iglesia, rodeada de edificios.

    Zufre destaca, además, por una gastronomía rica y un tanto diferente al del resto de municipios, serranos con platos como el pescado de río, con el que se hacen guisos de peces, con patata cocida y pan, aliñado con guindilla. Son también comunes los guisos de menudo y chivo joven, la caldereta y, sobre todo, los productos del cerdo entorno a la matanza, que se repite a lo largo de la región. Pero no podemos obviar a los gurumelos, producto genuino de la Sierra que comparten otros municipios de la comarca.

    La ruta se podría extender un poco más por otras localidades, pedanías o aldeas, y es que la Sierra tiene mucho que visitar y disfrutar.

    Texto: Manuel Rodríguez.

    Imagénes: Diputación de Huelva / Oficina de Turismo de Aracena / José Carlos Sánchez Rodríguez (Infonuba)

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